Semana 28 y 29. ¿Esto ya va? The roadtrip.

Bueno, parece que bastaba con escribir que algun día no actualizaría el blog por olvido para que se cumpliese. En efecto, algún lector asiduo se habrá dado cuenta de que la semana pasada no publiqué nada. La razón es bien sencilla: the roadtrip!!

Como había dicho, el plan en principio era noche en blanco, Washington DC, Philadelphia y quizás NY. Marina vino de Quebec el viernes y decidimos ir a comprar los billetes. Y así fue como nos enteramos de que el billete de viaje ilimitado para 15 días (discovery pass) valía lo mismo que el de 7 con la tarjeta HI hostels.

Durante todo el día estuve dudando si ir o no, pero como siempre digo: si se te presenta una oportunidad, ¡aprovéchala! Así que a las 2 de la mañana, tras haber disfrutado de la noche en blanco de Montréal, Marina y yo lo compramos. Ahora ya solo quedaba hacer el itinerario. Y preparar la mochila. Al final, con la guía eyewitness que nos acompañó todo el viaje,  decidimos:

Total, sólo son 7580 km.

Con la improvisación típica de los viajes last-minute, nos pusimos a buscar couchsurfers. Tuvimos muchísima suerte y en todo el viaje no tuvimos que pagar ni un solo albergue. Eso sí, tuvimos que dormir en el bus, con paradas cada dos horas, e incluso en el coche en Miami, donde seguro que un par de vecinos sorprendidos arquaron las cejas al vernos dormir, pero por suerte nosotras no les vimos.

Creo que para contar todo el viaje debería hacer un nuevo blog o escribir un libro. Así que simplemente me limitaré a contaros los momentos que más me gustaron del viaje (bueno, simplemente de los que me acuerdo ahora).

Detroit: me esperaba a ver una ciudad en ruinas, y la verdad es que no era para tanto. Eso sí, las calles estaban bastante vacías, y el “people mover” (metro de dos vagones) también.  El lado del río era muy bonito, y me encantó un barco al más puro estilo mississipense.

Chicago: Bueno, como yo ya había estado, hice de guía turística de una de las ciudades más bonitas de EEUU. Lo mejor fue el museo de arte, al que no había ido, y cuya colección me encantó:

Además, me gustó muchísimo ver la ciudad de noche y el bar de blues al que fuimos (yo colándome con el pasaporte de nuestra huésped de couchsurfing, porque con menos de 21 no te dejan entrar…).

Washington: de la capital destacaría su ambiente europeo. Y todo se explica: descubrimos que había sido diseñada por un francés.  Había muchísimas cosas que ver, y aunque estuvimos casi 3 días, nos faltó tiempo. Lo que más me gustó: el atardecer sobre el mal, con el cielo al rojo vivo, y bueno, la casa blanca también.

Savannah: tenía  mucha curiosidad por descubrir “the deep south” desde quedescubrí Nina Simone y sobre todo la canción Georgia on my mind, de Ray Charles . Y no me decepcionó. El aire en Savannah es denso, dulce, relajado, casi tan melancólico como la canción. La ciudad es preciosa, con maravillosos árboles y casas tan bellas como crueles fueron los sacrificios hechos para que se pudiesen construir.

Miami: cuando llegamos brillaba el sol, y las palmeras estaban efectivamente por todos los lados. El cliché también se cumple en  Miami Beach, que concentra una población ecléctica pero que tiene algo en común: le encanta hacerse notar. Lo más curioso fue Little Habana, un pedacito de Cuba que me ha dado todavía más ganas  de visitar la de verdad. Pero no hace falta ir a Calle Ocho para oír hablar español: se habla por todo.

Everglades: sin duda uno el lugar que más me gustó del viaje, con sus cocodrilos bajo el sol, y los delfines nadando a un par de metros de nuestra canoa. Parece increíble que esté tan cerca de la caótica y superficial metrópoli. Simplemente, nos dejó sin palabras, pero con una sonrisa de oreja a oreja en los labios.

Key West: tuvimos muchísima suerte e hicimos casi todo el camino bajo el sol. Resultó que Key West en sí era muy muy turístico… Pero para llegar, un par de horas conduciendo entre islas tropicales y puentes sobre el océano turquesa. Uno de ellos de 7 millas, ¿quién da más?

A la vuelta nos paramos en un caminito abandonado, seguimos andando hasta llegar a un río, en el que nos habían dicho que nos podíamos bañar. Allí, unos locales nos dijeron que habíamos elegido el mejor sitio no turístico, y la verdad es que viendo el paisaje, tenía toda la pinta.Resultó que era la antigua ruta número 1 y que el puente lo quemaron los narcotraficantes para poder pasar con los barcos. El azar siempre lleva a los sitios más curiosos.

Philadelphia: nuestra última parada fue en Philly, una de las ciudades más históricas de EEUU. Y se nota en el estilo “europeo antiguo” que hay en el centro de la ciudad.El tiempo no acompañó, pero aún así, la visita express (2 horas contadas) mereció la pena.

Bueno, con esto termino mi pequeña entrada de blog, espero que las imágenes hablen por sí solas y os hayais podido viajar con ellas.

Antes de despedirme, quiero agradecer a todos los que nos hospedaron en el viaje, a los que conocimos en el camino y que compartieron un pedacito del viaje , y sobre todo a Marina que me acompañó en las largas horas de bus, en la cola de greyhound a las 3 de la mañana preguntado si esto ya va,  en la carga de mochilas, en las quemaduras de piel y las picaduras de mosquito 😉

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